jueves, 26 de mayo de 2011

Revista Caras 2011/05/24 NOTA

“Ahora vamos a planear el casamiento por iglesia”

Rocío Guirao Díaz en familia abre su casa

Su casa es el refugio donde lo tiene todo. El amor de sus hijos, Aitana (1 año y diez meses e Indio (3 meses) y la contención de su marido, el empresario gastronómico Nicolás Paladini (33). Desde siempre, cuenta Rocío Guirao Díaz (26), soñó con la familia que hoy disfruta y vive en función de ellos y su trabajo. Por tercera vez fue convocada por Ideas del Sur para participar en “Bailando por un sueño” y, después de varias propuestas que no tuvieron una resolución concreta para hacer teatro infantil, el 4 de Junio debuta en el Broadway de la calle Corrientes con el espectáculo “El arcoíris de Rocío”, bajo la dirección de Reina Reech. “Estoy feliz porque me llego el guion y me pareció soñado; estamos en una etapa maravillosa terminando el vestuario, la escenografía, la previa me potencia y energiza. Estoy ansiosa, tengo ganas de cómo es actuar para niños, pero lo tomo como un desafío enorme y lo vivo con una gran ilusión”, dice Rocío, súper entusiasmada.

Mucha actividad diaria, adrenalina, expectativas, pañales, mamaderas y ensayos se convierten en el común denominador de su vida cotidiana y admite que a solo tres meses de dar a luz, prácticamente recupero su peso habitual. “Ahora me falta endurecer, pero voy bien porque a veces ensayo para el programa de Tinelli como nueve horas semanales, igual no me fijo demasiado, tengo que atravesar un proceso lógico y, de a poco, el cuerpo se va a acomodar. En el primer embarazo aumenté veinte kilos, con Indio, dieciocho, pero es un tema que no me quita el sueño”.

-¿Sintió la necesidad de trabajar para los niños a partir de su maternidad?

-Lo soñé mucho antes del nacimiento de Aitana e Indio, pero ser mamá me acercó a ese universo desde otro lugar. Me siento súper identificada con los chicos, estoy muy conectada, de modo que esto llegó en el momento oportuno

Su amplia casa está amoblada con sillones blancos de composé con otro juego tapizados en terciopelo rojo ubicado frente a un gran plasma. En el jardín, cerca de la pileta de natación, hay un sauce llorón y debajo de ese imponente árbol hay una casita de madera donde juega Aitana con sus muñecas y se percibe ese clima familiar cuya prioridad es el bienestar de los niños. “No me importa si hay una Minnie o un Mickey en la cocina, tengo dos bebés que atender y eso que estoy muy organizada, porque cuento con la ayuda de mi mamá en casa desde agosto del año pasado, cuando falleció mi padre. Mamá se va a quedar hasta que podamos acomodar nuestras mentes y nuestro corazón. Igual mamá se va a mudar a una casa a pocas cuadras de la mía”, cuenta Rocío sonriente, con la serenidad que le da el apoyo de su madre mientras tiene que lidiar con este nuevo mundo de juguetes y pañales.

-¿Cómo era el vinculo con su padre, sobre todo, al ser usted hija única?

-Muy lindo. Con papá nos mirábamos y entendíamos sin necesidad de hablar, éramos muy demostrativos y con mamá formábamos un triángulo indestructible. Tuvo la oportunidad de compartir mi felicidad cuando nació Aitana, recuerdos que yo le cambiaba el pañal y él la hacía dormir. Papá estaba súper enfermo, era un trasplantado renal, la verdad que no tenía una buena calidad de vida, pero venía sin recaídas, bien, estable, pero la muerte no avisa, y su muerte fue inesperada. A veces pienso que lo voy superar, a veces, no… Pero hoy estoy bien.

-¿Cómo son sus hijos?

-Aitana es recoqueta. Me ve bailar muchas horas, está acostumbrada a las pestañas postizas, los tacos, los tutús y los brillos. Le encanta sacarse fotos, que la peinen, le pinten los labios y la perfumen. Al perfume le dice “chi-chi”, es súper femenina, nos disfrazamos juntas. En lo físico, Aitana tiene mis colores, pero las facciones de la cara, los ojos y los labios son idénticos a Nicolás. Indio es idéntico a mí desde cualquiera ángulo que lo mires y es reblanquito.

-¿En su casa quién lleva los “pantalones”, su marido, o usted?

-Yo tengo carácter fuerte, pero soy súper dócil para convivir, tengo la capacidad de acomodarme a cualquier situación. No combato dentro del matrimonio, negocio permanentemente. A veces siento que los llevo yo, pero, en realidad, es Nicolás el que me lo hace sentir. Es muy inteligente, un hombre adulto, muy buen padre y un amor de marido. Me deja hacer lo que quiero, pero las reglas las pone él. Me siento absolutamente respaldada y contenida, a veces me acompaña y se queda conmigo ocho horas, cuando puede, porque los dos tenemos mucho trabajo, si no, no nos veríamos nunca.

-¿Tienen proyectos de completar la unión civil y casarse por iglesia?

-Sí, en algún momento, pero el fallecimiento de papá postergó los planes. A los casamientos por iglesia que fui últimamente me la pasé llorando; no quiero imaginar cómo sería el mío. En principio le pedí a mi suegro que ese día me lleve del brazo a la iglesia, y aceptó. Es una persona que quiero mucho. No te digo que es como mi padre, pero representa ese lugar que hoy me falta. Mi suegro me dio el OK, me dijo que me quede tranquila y bromeando agregó: “Avisame unos meses antes, así adelgazo”.

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